MICHAEL NISSNICK
Rísquez, que se inició en el mundo del teatro de la mano de Antonio Olivieri, empezó la carrera de Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello, pero abandonó los estudios al considerar, según sus propias palabras, que “todo era demasiado teórico y no había nada de práctica”. Se perfeccionó como actor con Levy Rossell y en 1975, tras viajar por Europa y Asia, regresó a Venezuela para incursionar en el terreno del cine y las artes. Entre los filmes que ha dirigido, destacan “Bolívar sinfonía tropical” ( 1980, donde él mismo encarna brevemente, y sin diálogo, a Miranda), “Orinoco Nuevo Mundo” (1984), “Amérika, terra Incógnita” (1988) y la famosa “Manuela Sáenz, Libertadora del libertador” (2000).
El film, estrenado el pasado 18 de agosto, se inicia en 1770, cuando el joven Miranda, de 20 años, decide salir de un país que ya va quedando demasiado pequeño para sus ambiciones y hacer el servicio militar en España. A partir de allí, durante una hora y media, asistimos al intenso periplo vital del protagonista por Europa, Asia y América: su primera campaña militar en el norte de Africa; su participación en la guerra de independencia norteamericana, su encuentro con grandes de ese país como George Washington; su travesía por buena parte de Europa y el cercano oriente, en el que comparte con varias de las figuras más importantes de la época, entre ellas la zarina Catalina la Grande de Rusia; su participación en la Revolución Francesa y su prisión por orden del Incorruptible Robespierre; sus gestiones ante el gobierno inglés para lograr financiamiento con miras a lograr la independencia de América; sus dos fallidas expediciones a las costas venezolanas y la creación de la primera bandera; su regreso a Venezuela años después, invitado por Simón Bolívar; su participación en la instalación del primer congreso en 1811 y en la posterior guerra como Generalísimo; y finalmente, su caída en desgracia y arresto por parte de Bolívar y otros patriotas, que le consideran un traidor por firmar un armisticio con el enemigo y finalmente le entregarán a éste. La película finaliza con una secuencia simbólico-onírica que remite al famoso cuadro de Arturo Michelena, “Miranda en la Carraca”.
Según el director, su intención al realizar esta cinta fue mostrarnos a Miranda como el hombre de carne y hueso que realmente fue. “ La gente va a descubrir a un nuevo Miranda (…) mucho más humano. No podemos seguir viendo a nuestros héroes como si estuvieran montados en un caballo de mármol, los héroes tienen virtudes y defectos, aciertos y errores”, explicó. Y efectivamente, al lado del héroe de tres revoluciones, vemos al amante empedernido que colecciona los vellos púbicos de sus amantes, las cuales detienen varias veces el curso de la narración para contar ellas mismas los hechos, mirando a la cámara.
El precursor es encarnado por el actor Luis Fernández, que se muestra increíblemente resistente al paso del tiempo: unas cuantas canas bastan para decirnos que nos hallamos ante un hombre que ya no tiene 30 años sino 60. Le acompaña un elenco compuesto por lo más granado del cine, el teatro y la televisión venezolana: Jean Carlos Simancas ( padre de Miranda), Mimí Lazo ( madre de Miranda), Rudy Rodríguez, Flavia Gleske y Marlene de Andrade ( sus amantes), Beatriz Valdéz ( Catalina la Grande), Jimmy Quijano ( un poco convincente Simón Bolívar), Randy Piñango ( Andrés Bello) y Anabela Troconis ( Sara Andrews, ama de casa de Miranda, luego su esposa y madre de sus hijos), entre otros.
Pese a que la trama abarca los más variados lugares del viejo y nuevo continente, las cámaras no rebasaron las fronteras venezolanas. Se rodó en diversas locaciones del país, como la Casa Amarilla, los Médanos de Coro, la casa Guipuzcoana, la Escuela Naval de Venezuela, el castillo de San Carlos y varios más. Rísquez confiesa que más de una vez fue necesario recurrir a las bondades de la posproducción y los “efectos especiales” dada la dificultad de recrear los escenarios internacionales. El financiamiento provino tanto del sector público ( PDVSA, CNAC) como del privado (Venevisión).
En conjunto, se trata de un film disfrutable pero irregular, inferior en calidad a su predecesora, la mencionada “Manuela Sáenz”, que más de una vez nos hacer notar las grandes carencias que padecemos en materia de cinematografía, pese a contar con escenas interesantes, entre las que destaca el ingreso de Miranda a la masonería, su amorío con la zarina rusa y su final alegórico. Pero otras, como la secuencia de la firma del acta de independencia, donde se hace figurar como firmantes nada más que al gobernador chavista de Anzoátegui, Tarek William Saab y al animador Luis Chataing, simplemente resultan risibles y le quitan toda la solemnidad que requiere tan importante momento, que, por cierto, hace alusión al cuadro pintado en el siglo XIX por Martín Tovar y Tovar, que a su vez es encarnado brevemente por el propio Diego Rísquez. Pero aún así,la película es recomendable para iniciarse en la vida y obra del personaje. En una reciente entrevista, Rísquez asomó la posibilidad de abordar la figura del pintor Armando Reverón en su próximo film. Esperemos volver a ver allí al Rísquez que nos mostró la vida de la “libertadora del libertador”.