5.3.09

Gabriel García Márquez: un genio de la literatura que vive su propio realismo mágico


JOSÉ DOMINGO GUARIGLIA

ESPECIAL PARA GLOBOVISIÓN

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”.

Así comienza Cien Años de Soledad, la obra maestra de uno de los principales exponentes de la literatura latinoamericana, Gabriel García Márquez, quien cumple hoy un nuevo año de vida.

Su nombre evoca aplausos y admiración en todo el continente americano. Es sinónimo de “realismo mágico”, “latinoamericanismo”, “mito”. Y como todos los mitos se crea a partir de sus contradicciones y secretos.

Su misma fecha de nacimiento es indeterminada. Su hermano Luis Enrique afirma que nació el 6 de marzo de 1927, mientras que el mismo Gabriel García Márquez asegura que fue en el año 1928, basado en una presunta acta de registro. De esta forma inicia el misterio que rodea a esta gran figura que se movió con igual facilidad entre las aguas del periodismo y la literatura. Por esta última obtuvo el Premio Nobel en 1982.

Se le conoce cariñosamente como Gabo y nació en el seno de una familia numerosa, compuesta por 12 hermanos que se criaron en Aracataca, población caribeña de Colombia que serviría de inspiración para el pueblo mágico de Macondo de Cien Años de Soledad. El ambiente en el que se desenvolvió los primeros ocho años de su vida fue determinante para el curso que tomaría su literatura.

Pero aunque su situación inicial fue el punto de partida, las experiencias que vivió en su edad adulta y las personas que conoció influyeron ostensiblemente en su forma de ver el mundo. En 1947 comenzaría a estudiar Derecho, carrera que abandonó luego de cinco semestres por considerarla aburrida. Sin embargo, durante sus años de estudiante conoció al que luego se convertiría en un importante escritor y periodista colombiano, Plinio Apuleyo Mendoza, y al cura guerrillero Camilo Torres.

Una vez descartada su vocación por la abogacía, Gabriel García Márquez comenzó a vincularse con la literatura, al escribir una serie de cuentos para el diario El Espectador, desde Bogotá. Se hace columnista de El Heraldo y comienza a escribir su primera novela de largo aliento, La Hojarasca.

Su destacada experiencia como reportero fue la motivación de novelas-reportajes como Relato de un náufrago (1955), Crónica de una muerte anunciada (1981) y Noticia de un secuestro (1997). Su amor al periodismo hizo que definiera a esta profesión en repetidas oportunidades como “el mejor oficio del mundo”.

Después de una estadía por Europa que se extendió más de lo esperado, Gabo decidió regresar a América y fue justamente Venezuela su punto de partida, a través de su desempeño profesional en la revista Momentos. En Venezuela sería testigo de uno de los procesos políticos más importantes de Latinoamérica: el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez en 1958 y el nacimiento de la democracia venezolana.

En una breve visita a Barranquilla conoció a quien se convertiría en el amor de su vida, Mercedes Barcha, con quien se casó en marzo de 1958.

En 1960 se trasladó a Cuba, poco después del triunfo de la Revolución Cubana. Vivió seis meses en esa nación y se desempeñó como periodista en la agencia Prensa Latina.

Establecido en México y tras un período de bloqueo literario entre 1961 y 1965, García Márquez publicó Cien Años de Soledad en 1967. En tres años el libro superó el medio millón de ejemplares vendidos.

Eran los tiempos del “realismo mágico” en su máxima expresión, donde lo real y lo fantástico se funden de tal forma que a veces es imposible distinguirlos.

Tras recibir el Nobel de Literatura, el gobierno colombiano, presidido por Belisario Betancur, emitió sellos con la imagen de García Márquez, dibujada por Juan Antonio Roda. Sobre este punto, se dice que el escritor manifestó: "el sueño de mi vida es que esta estampilla sólo lleve cartas de amor".

En 1986 escribió El Amor en los Tiempos de Cólera y tres años después publicó El general en su laberinto, que relata los últimos momentos de la vida de Simón Bolívar, consideradas obras destacadas de la literatura latinoamericana.

A finales de 1999, le diagnosticaron cáncer linfático y comenzó su tratamiento en Los Ángeles. Este hecho, quizás, pudo haber sido el detonante para que el autor comenzara a escribir sus memorias, éxitos de venta entre la población ávida por conocer la vida de una leyenda viviente latinoamericana.

A través del correo electrónico se inició la distribución de un texto llamado La Marioneta, atribuido a él, en el que entre otras cosas señalaba: “si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo, y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero, en definitiva pensaría todo lo que digo”.

Aunque muchos todavía piensan en la autenticidad del escrito, el propio García Márquez lo desmintió en el 2000, al manifestar: "lo que me puede matar es que alguien crea que escribí una cosa tan cursi". Posteriormente se supo que el autor original del texto fue el filósofo Johnny Welch, quien se sintió muy dolido por las palabras del colombiano.

La dualidad de un genio

Como la mayoría de quienes se destacan en el mundo de las artes y la cultura, la personalidad de Gabriel García Márquez no puede describirse de manera sencilla. En él se encuentra a un característico hombre de provincia, que viste de forma informal y detesta los flux y las corbatas, pero que al mismo tiempo recorre Europa, es presentado como una estrella donde quiera que va y, a pesar de haber trabajado como periodista, ha dejado de dar entrevistas a sus colegas.

Esa mezcla entre la humildad de sus inicios con el estatus de estrella, adquirido luego de ganar el Nobel de Literatura, son los que han determinado la forma de ser de Gabriel García Márquez, quien, en una entrevista dada a El Espectador de Bogotá en 1977, confesó sin tapujos que siempre se sintió desplazado y corto de dinero.

"Yo siempre he tenido la impresión de que me faltan los últimos cinco centavos. Y ésa es la impresión que sigue siendo real. Es decir, yo siempre pensaba... y no pensaba: ¡es que es real! Es que siempre me faltaban los últimos cinco centavos. Si yo quería ir al cine, no podía porque me faltaban los últimos cinco centavos. El cine valía treinta y cinco centavos y yo tenía treinta. Si quería ir a los toros y valía un peso veinte, yo tenía un peso quince. Y siempre sigo teniendo la misma impresión. Y otra impresión que tuve siempre era que sobraba en todas partes”, señaló.

Muchos opinan que el García Márquez de hoy es muy distinto al de sus inicios. Plinio Apuleyo Mendoza manifiesta, preocupado, que el escritor se ha vuelto cada vez más exigente, razón por la que la salida de sus obras siempre toma más tiempo. Aunque muchos lo han catalogado como presuntuoso por negarse a hablar en público, él mismo reveló que la razón de esta decisión se encuentra en que prefiere que lo conozcan por lo que está en sus libros que por lo que dice. Una decisión que parece sabia para quien se ha visto envuelto en polémicas innecesarias por pronunciar frases en apoyo a Fidel Castro y a las modificaciones en la gramática española. Esta política del silencio también contribuye a la mitificación del escritor.

Polémico pensamiento político

La postura ideológica de Gabriel García Márquez también le ha traído algunos inconvenientes entre sus colegas, debido a su amistad y admiración hacia el líder cubano retirado, Fidel Castro.

“Mi amistad con Fidel Castro, que yo considero muy personal y sostenida por un gran afecto, empezó por la literatura. Fidel Castro es un lector voraz, amante y conocedor muy serio de la buena literatura de todos los tiempos", dijo García Márquez en declaraciones a La Maga, de Argentina, en 1992.

Así nació la relación entre ambos. Incluso, en varias oportunidades García Márquez se hizo aconsejar por Castro para la escritura de sus libros. En Relato de un náufrago, Castro le advirtió acerca de un error de cálculo en la velocidad del barco, mientras que en Crónica de una muerte anunciada le señaló errores en las especificaciones del fusil de cacería.

Pero la cercanía de Gabo con Cuba no se limita sólo a su amistad con Castro. García Márquez es un atento analista de la política cubana. Ante el conocido caso del balserito Elián González, no perdió la oportunidad para dar su opinión en un artículo especial para la revista Cambio y que tituló Náufrago en tierra firme.

“A nadie en Miami parece importarle el daño que le están causando a la salud mental de Elián con los métodos de desarraigo cultural a que lo tienen sometido. En la fiesta de sus seis años, que cumplió el pasado 6 de diciembre en el cautiverio de Miami, sus anfitriones interesados lo retrataron con casco de combate, rodeado de armas mortíferas y envuelto en la bandera de los Estados Unidos, poco antes de que un niño de su edad asesinó a tiros de revólver una compañera de escuela en el estado de Michigan”, enfatizó en el texto.

Aunque muchos afirman que la diferencia ideológica fue la causa del fin de la amistad que sostenían desde finales de la década de los 60 Gabo y el peruano Mario Vargas Llosa, el colombiano Plinio Apuleyo Mendoza arguye otras razones.“Ese no creo que fue un problema de orden político. Yo nunca supe el verdadero problema, ni quiero saberlo, ni se lo preguntaré a ninguno de los dos amigos. No sé si finalmente sus discrepancias políticas de todas maneras los hubiesen distanciado, eso es difícil de saber”, dijo Mendoza en una declaración ofrecida al diario El Comercio, de Perú, en 1998.

García Márquez siempre ha estado vinculado con la izquierda, en todos los lugares en los que vivió. Tan sólo meses después de haber ganado el premio de Literatura Rómulo Gallegos en 1972, Gabo decidió otorgar en secreto los 100 mil dólares del reconocimiento al Movimiento Al Socialismo (MAS) de Venezuela, dirigido en aquel momento por el ex líder guerrillero Teodoro Petkoff. Con la revelación de ese hecho, Gabo celebró sus 60 años de carrera.

Existe una foto, incluso, que atestigua el momento en el que Gabo le entrega el cheque a Petkoff. Más tarde diría de él en un texto publicado en El País en 1983, que es un hombre “capaz al mismo tiempo de fugase de la cárcel como un héroe de cine, de bailar como un muchacho la música de moda hasta el amanecer, o de pasar una noche entera -y a veces sin tomarse un trago- hablando de literatura".

Un escritor que detesta la ortografía

En un artículo publicado en el diario La Jornada de México en 1997 y titulado Botella al mar para el dios de las palabras, García Márquez clama por una simplificación de la gramática española.
“Simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos”, son algunos de los consejos del escritor en el artículo.

La polémica estuvo a la orden del día y muchos medios latinoamericanos buscaron una respuesta del autor ante los revolucionarios planteamientos.

En el mismo texto, García Márquez señala: “jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revolver con revólver”.

El autor explicó que en ningún momento su intención fue ofender a los académicos y que lo expresado fue sacado de contexto por muchas agencias y medios internacionales. Él mismo admitió que su ortografía es pésima y que cada uno de sus textos pasan por correctores que los revisan y pulen para poder publicarlos. A fin de cuentas todo se le perdona a Gabriel García Márquez, quien pareciera vivir su propio realismo mágico.

Documental sobre la vida de Gabriel García Márquez


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